lunes, 2 de noviembre de 2009

Manifiesto




Manifiesto de Lemebel con este fragmento


No hablo de meterlo y sacarlo

Y sacarlo y meterlo solamente

Hablo de ternura compañero:

Usted no sabe

Cómo cuesta encontrar el amor

En estas condiciones

Usted no sabe

Qué es cargar con esta lepra

La gente guarda las distancias

La gente comprende y dice:

Es marica pero escribe bien

Es marica pero es buen amigo

Superbuena onda

Yo no soy buena onda

Yo acepto al mundo

Sin pedirle esa buena onda.

Pero igual se ríen.

Cómo es tener sexo con… otro hombre?






El olor de las mujeres me fastidiaba porque me hacía recordar a mi adorada mamá. Eso no impidió que estuviera con ellas, se suponía que era lo que debía hacer, eran los años donde lo normal era llevar a las novias a la casa para que los padres les dieran el "visto bueno" y los primos especularan sobre el buen sexo que tenía con ella. Eso me daba pereza.


Al tirar con las cuatro novias que tuve me aburría tener que satisfacerlas y conocerlas, cuando algo adentro (no sabía qué) me gritaba que una vieja no era lo que quería tener en mi cama, que su olor no me excitaba y que sus tetas, aunque me provocaran, no me llevaban al clímax. Esa delicadeza y ese extremo pudor no me dejaban explotar atómicamente para regar por todos lados mi salvajismo. Tiempo después, el azar me mostró el otro lado: los hombres.


Con ellos, supe que la fuerza me convertía en animal, y que en la cama y en la vida no quería cazar una presa ni ser cazado, lo que buscaba era una lucha en igualdad de condiciones donde la decencia que había que tener con las mujeres quedara esparcida por las sábanas. O simplemente esparcida.


En la transición entre dejar de ser lo que era y aceptarme como gay tuve un momento de bisexualidad, pude comparar el placer de follar con ambos sexos y descubrí que prefería ser devorado por un león y no arañado por una gatita, que me gustaban el olor y la pasión de un hombre que me rasgara la ropa hasta dejarme sin piel.


A muchas mujeres les gusta ser entendidas y amadas solo por ciertos lados. A los hombres nos gusta ser tragados literalmente por donde haya espacio, perder el pudor para jugar con cuanta cavidad se nos haya dado. No es solo sexo, es hacer el amor de la forma más desenfrenada, penetrándose por los sitios prohibidos, es romperle de frente la cara a un dios y encontrar puntos "ges" donde solo nosotros sabemos que existen, es jugar con lo que el Todopoderoso nos dio. Aquí no hay machos ni hembras: son dos humanos chupándose, sodomizándose, dándose y hundiéndose en la libido.


Una relación gay no indica mayores fijaciones de las que puede haber en una relación heterosexual. Hablar del tamaño del pene y su importancia en una relación gay es lo mismo: radica en el uso que se le dé. En una penetración anal, algunos prefieren luchar con el dolor y sufrir como metáfora de éxito y otros optar por un sutil placer para llegar a estados celestiales. En cuatro, de lado con la pierna alzada, uno encima del otro, en cualquier posición que se ocurra en el momento, como en cualquier tipo de relación. Cuando hago el amor con mi pareja la versatilidad e imaginación priman ante todas las cosas, siempre y cuando ambos estemos de acuerdo. Dura lo que dure y no siempre hay penetración, como con cualquier pareja. Lo mismo pasa con los gustos: que sean velludos o no es como para los hombres "normales" que las mujeres sean tetonas o no. Lo único que hace diferente al sexo entre hombres es que se trata de la lucha de dos leones enjaulados que se quieren destrozar el uno al otro.

Tomado de : http://www.soho.com.co/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=6214

Infiltrada en un bar de lesbianas

Citado en : http://www.soho.com.co/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=7654


Bares donde solo entran mujeres hay muy pocos. ¿Qué pasa en un mundo donde no existen los hombres? SoHo le encargó a la periodista Margarita Posada que fuera a uno de estos sitios y nos lo contara.
El lesbianismo de las películas porno, ese con el que sueñan todos los hombres y que incluso le han propuesto a sus parejas heterosexuales, poco se parece a la realidad de las parejas de mujeres que salen a rumbear una noche cualquiera en Bogotá. La cuestión estética dista mucho de esa imagen de ninfas con cuerpos esculturales acariciándose los pezones mutuamente entre sábanas blancas. También dista del experimento adolescente de darnos un beso con una amiga por el que muchas hemos pasado. Creo que las que lo hemos hecho (sin mayores descubrimientos o sorpresas), podemos asegurar que si no hubiera habido un hombre viendo el espectáculo, ni siquiera se nos habría pasado por la cabeza hacerlo. A ese tipo de lesbianismo, yo le llamo el lesbianismo por conveniencia, que no es otra cosa que una manera más de excitar a los hombres y en nada compromete nuestro apetito sexual, por más bonita o buena "besadora" que la otra mujer sea.

Al entrar a Bianca´s tengo clarísimas mis preferencias sexuales, pero sé que puedo someterme a escenas eróticas que a lo mejor pongan en duda mis convicciones. Bianca´s es una discoteca crossover en un lugar ni fu ni fa de Bogotá, por la 72 debajo de la Caracas, donde de día lo que hay son ferreterías y tiendas cualesquiera. La fachada es blanca completamente y su letrero, de neón y en letra pegada. Hay un cover de diez mil pesos de los cuales cinco mil son consumibles. Al ver todo el panorama desde la entrada creo que nos equivocamos de sitio, pues puedo divisar en las mesas parejitas de hombres con mujeres, pero a medida que voy acercándome, me doy cuenta de que la menos femenina de la pareja es también una mujer. Curiosamente en las parejas de lesbianas siempre parece haber un ligero gusto por la masculinidad. Muchas de estas mujeres parecen tener más fuerza que un hombre. Tienen cuerpos macizos y llevan el pelo corto. Usan ropa holgada y casi unisex, por no decir que masculina. Con todo el respeto que merecen, me atrevería a decir que son una especie de "niñas niño". Habría que revivir a Freud y tal vez ni preguntándoselo a él podríamos entender por qué si a una mujer le gustan las mujeres, se inclina por otra de su género que es más masculina que femenina.

Debo aclarar que no solo me considero una heterosexual de pura sepa, sino que además creo tener una seria obsesión con el órgano masculino (hablo de ese órgano de manera recatada para no escandalizar a desconocidos, pero entre mis amigos uso la palabra que empieza por V sin tapujo alguno). Esto no lo digo por ser políticamente correcta, ni por salvarme de nada, sino por puro respeto a las escogencias sexuales de los demás, pues aunque infiltrarse en un bar de lesbianas no me pareció muy emocionante en un principio, eso no quiere decir que sea ni medianamente homofóbica. Que no me atraigan las mujeres no significa que me disgusten las lesbianas. No tengo ningún miedo de aceptar, además, que algunos de los grandes amores de mi vida han sido mujeres. Estoy y estaré siempre enamorada de varias de mis amigas, pero creo que jamás sentiré un deseo sexual por ellas.

Así las cosas, me siento con la productora de SoHo y con mi mejor amiga en una de las mesas de la pista. Hay alrededor de cincuenta personas en todo el establecimiento. Es extraño, pero en todos los bares gay a los que he ido encuentro que los hombres van en plan de levante. Acá por lo contrario, cada pareja parece en su cuento y no creo que sea muy bien visto que me ponga a tratar de coquetear. Sin embargo, creo que le gusto mucho más a las "niñas niño" que a las "niñas niña". Una de ellas me mira de reojo todo el tiempo, no sé si es porque desconfía de que sea lesbiana, o porque le gusto. Le pedimos media botella de aguardiente a una mesera que tiene el semblante típico de las guardias de cárcel femenina de película. Como somos tres, las demás mujeres nos miran con algo de curiosidad. Mi amiga y yo nos ponemos a bailar en la pista y la productora dice que para ella es evidente que somos heterosexuales. No sé si eso sea verdad, porque estamos bailando igual que todas las demás. No falta la parejita que se pone a bailar en posición de cucharita, espalda contra espalda, o mejor, culo contra culo, lo cual me ofende incluso entre heterosexuales. Por lo demás, son parejas bailando común y corriente. Dos o tres mujeres se nos acercan en toda la noche. Cuando le pregunto a una de ellas que cómo se llama, me contesta "I speak English". Al parecer tenemos porte extranjero, aunque yo soy más latina que JLo. Debe tener que ver con la estatura, pues mi amiga mide 1,80 y yo como 1,78 (con tacones). Luego mandan sentar a todo el mundo y empieza una ronda de karaoke. Dos mujeres deciden cantar El último adiós, de Paulina Rubio. Otra más canta Mío, aunque debería cantar mía, esa hembra es mía. Luego se para en el escenario una 'niña niño' con una voz excepcional. Es el Alejandro Fernández de las lesbianas. Por último se para mi amiga, que canta una canción de Selena bailando y actuando como si realmente hubiera hombres entre el público. Nos ganamos media botella de aguardiente por su actuación. Luego otra tanda de música. Como a las dos de la mañana nos mandan sentar de nuevo y sale una chica disfrazada de mariposa. Hace una especie de striptease que termina en topless. Todas las mujeres la miran con atención, pero no parece haber ninguna que se manifieste como lo hacen los machos, gritando o cogiéndola. Solo una mujer se atreve a meterle un billete de dos mil en las bragas.

Luego viene otra tanda de música en la que saco a bailar merengue a mi amiga y me cuesta tener ritmo con la mano izquierda levantada, como los hombres. Nos miramos a los ojos, ya un tanto alicoradas, y nos morimos de la risa. No parece haber en el mundo dos hembras más heterosexuales que nosotras dos, ahí agarradas como dos niñas de doce que ensayan antes de llegar a la primera fiesta. Supongo que es cultural el hecho de que a las mujeres siempre nos hayan permitido mucho más contacto físico que el que les permiten a los hombres entre ellos. Si uno ve a dos mujeres caminando de la mano por la calle imagina que son familia y, aún cuando no fueran nada, tienen siempre un pretexto de fragilidad para ir abrazadas o de la mano. Pienso en esto justo cuando mi amiga y yo nos soltamos un poco necesitadas de macho. Me doy cuenta de que no bailo tan sensualmente como cuando hay hombres mirando. Mi amiga me dice que no podemos ir a dormir sin antes ir a algún sitio donde haya hombres. Hay que aceptar que nos mueven los machos. Nada que hacer. Y si yo fuera lesbiana, seguro me gustarían las heterosexuales.